martes, 18 de mayo de 2010

137 días más tarde

He vuelto. 137 días más tarde. Y aún me parece que fue ayer cuando escribí la última entrada, dando la bienvenida al año nuevo.
Creía que iba a agradecer abandonar la 'obligación' de escribir aquí; ya me habían puntuado por ello, asignatura aprobada, adiós.
Pero no. Lo he echado mucho de menos, pero no me he dado cuenta hasta hace unos días, en los que he redescubierto que escribir es una terapia, un ejercicio que me mantiene sana y en forma. De hecho estoy escribiendo porque hay una fuerza mayor, ajena a mí, que tengo dentro, y que me lo pide a gritos. Este es el mayor desahogo que puedo efectuar. Más que llorar, chillar, odiarme. Y lo necesito. Y me alegro de no haber cerrado este 'sitio'.
Y estos días la idea que me rondaba la cabeza ansiosa por salir ha estado siempre clara. Otro título para esta entrada podría ser: "¿Sé tu mismo?" Igual de primeras es un poco difícil de comprender. La gente dice a todas horas; "no dejes que tu pareja o tus amigos te cambie, sé tu mismo", "no cambies nunca", "eres único/a". Y UNA MIERDA. Una bien grande (lo siento, pero es lo más ilustrativo y lo que siento). Me siento, y cada vez más, abocada a un cambio que me obligan a realizar. Sin escapatoria y para pulir algunos defectos. ¿En qué quedamos? Ya no sé lo que está bien, lo que era yo, he sido, o seré. Los cambios son buenos, ¿pero lo son siempre? Seguir una filosofía tipo "sé tu mismo" es una idea realmente bonita, como la del comunismo, e igual de impracticable.
Ahora mismo me gusto muy poco. Ya no sé qué debería cambiar, o si debería hacerlo. ¿Vivir a disgusto con uno mismo tiene futuro? Me estoy dando cuenta de que tengo demasiadas preguntas en la cabeza y prácticamente ninguna respuesta.
Actualmente este es mi puzzle cerebral, y creo que me va a llevar lo suyo componerlo. Si alguien me puede echar una mano que avise.
Ahí dejo la idea... ¿sé tu mismo?

sábado, 2 de enero de 2010

Bienvenido el 2010

Qué rápido pasa el tiempo. Adiós 2009; Hola 2010. Como habréis podido comprobar, no he tenido demasiado tiempo estas Navidades para escribir. Resumiendo, han sido familiares, distendidas, y he visto mucho cine, así que prometo ir escribiendo sobre algunas películas que merecen ser comentadas.

Hoy he escrito los propósitos de Año Nuevo; no es que crea demasiado en ellos, pero poner algunas ideas sobre el papel ya me fuerza a reflexionar sobre esas cosas que debo cambiar o potenciar en mí. Alguna vez, en los restantes 364 días del año, es probable que les eche una ojeada, para recordarme a mí misma que hay muchas cosas que tengo que modificar. Esta costumbre la tomé prestada de una amiga que escribe toda remota ocurrencia que tiene, y que le sirve a la par de terapia y de memoria.

Las Navidades propician en mí una serie de sentimientos muy contradictorios. Por un lado me gustan, por otro las odio. Comprar y recibir regalos, tener vacaciones, de la parte buena. Atascos, gente a patadas, comilonas y sobredosis familiar, de la parte mala. Sin contar el frío, que aunque este año se ha portado bastante bien, consigue que cada mes de diciembre desee con todas mis fuerzas la llegada del verano.

Con la Nochevieja me pasa una cosa extraña. Creo que es una noche sobrevalorada, a la que se le da una importancia exagerada. Discotecas que valen una millonada, donde conseguir un cubata es misión imposible y tu espacio para bailar se reduce a menos de un metro cuadrado. Organizarse y ponerse de acuerdo para esa noche es además, muy complicado. Digamos, que hasta que llega, estoy algo pasota. Pero la tarde del 31, me entra una especie de melancolía extraña, y agradezco hacer algo por Nochevieja. Este año me pasó exactamente esto. Cuando llegó el momento de las uvas se sentí a la vez pena por el año que se marchaba y esperanza e ilusiones por el que acababa de llegar. Creo, que esto es lo que pasa cuando mi corazón puede más que mi razón y mi lógica juntas.

Más que propósitos, tengo grandes esperanzas para este Año Nuevo, y éstas sí que espero que se realicen. Me esperan los veinte. Nuevas y viejas experiencias. Cumpliré un año de felicidad. Llegan, posiblemente, las mejores Fallas de mi vida. 365 días de ilusión. Espero que algún viaje, y un genial verano. Sonrisas, lágrimas, carcajadas de alegría. Complicidad. Espero recuperar algunas cosas que perdí sin querer, y continuar con algunas otras. Querer, sentir y evolucionar.

Esto es lo que le pido al 2010.