viernes, 30 de octubre de 2009

Escépticos

¿Estamos solos? ¿Estamos acompañados? La eterna pregunta. La ciencia intenta, y lleva años intentado responder a estas cuestiones. La opinión pública bebe del espectacular cine hollywoodiense, donde criaturas extrañas que provienen de algún lugar de la galaxia atacan la Tierra con la consiguiente batalla por mantener viva la civilización, por supuesto con victoria del guaperas de turno, véase por ejemplo Tom Cruise en La Guerra de los mundos. Creer así en la presencia exterior de los supuestos alienígenas parece mucho más fácil. Pero siempre se mantienen firmes los conocidos como escépticos. Me confieso como uno de ellos. Y además creo que la ciencia nos da la razón.
Múltiples proyectos han nacido y muerto prematuramente con el fin de hallar vida inteligente allende nuestro planeta. Fernando Ballesteros investiga en su libro Gramàtiques extraterrestres la posibilidad de descubrir y comprender un lenguaje extraterrestre. Indaga además en todos los experimentos llevados a cabo en la búsqueda científica de inteligencia foránea, en el programa conocido como SETI (Search of Extra Terrestrial Intelligence). Se podría enumerar una larga lista de intentos fallidos por hallar cualquier presencia externa, desde la búsqueda de los 21 centímetros de 1959 al programa Phoenix de 1995. Ninguno descubrió nada. Ninguno aportó pruebas concluyentes de presencia extraterrestre. Ni siquiera un mínimo indicio con el cual continuar sustrayendo conclusiones y resolviendo incógnitas. Nada.



Actualmente parece que está de moda creer en la presencia exterior, o al menos en fenómenos extraños. Parte de esta culpa la tiene Iker Jiménez, el más famoso freak-investigador del panorama actual. Primero con su programa en la Cadena SER, Milenio 3, y su posterior éxito televisivo Cuarto Milenio, está cosechando gran número de adeptos que siguen sus programas, y más allá, creen en sus teorías. ¿Soñar es gratis? Últimamente parece que lo es y que hace subir las audiencias. Así que tiene cabida tanto en las parrillas televisivas como en las ondas de la frecuencia modulada.

Debo decir que me sigo manteniendo como una escéptica. No habrá ni película ni libro ni programa que me haga cambiar de opinión… al menos por ahora. No sabemos que pueda ocurrir o que pueda hallar la ciencia. Porque si algo está claro, es que la ciencia se supera día a día y que será la única vía de conseguir las respuestas a tantas preguntas inacabadas.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Asco

Así de contundente suena, pero tristemente, así es. La política española cada vez da más asco (no voy a decir aprensión, digo asco). No importa que seas de unos o de otros, más o menos radical, ni siquiera que seas apolítico y te dé absolutamente igual qué ocurre en las lides políticas nacionales... pero el panorama es absolutamente patético.
Hace algunos años, pese a saber que lo que realmente me gustaba era el periodismo, en mi ingenua mente de adolescente planteé la muy remota posibilidad de dedicarme a la política. Problema uno: mis ideas no coincidían - ni coinciden- plenamente con ninguno de los partidos actuales. Problema dos: creo que formar mi propio partido político será un poco difícil... Problema tres: el mundo político está podrido.

Afortunadamente, para mí, desheché esa idea transitoria (aunque no es que ahora ande metida en un lugar mejor, que para encontrar hueco en el no menos podrido mundo del periodismo...). Pero la política nunca dejó de interesarme, a lo largo de los años, hasta el presente momento, en el que me hastía. Ya me cansa y me produce incluso desinterés. Creo incluso que los mismos políticos se están cansando; muchos están dejando sus escaños o responsabilidades para dedicarse a la actividad privada... o será que la política ya no da dinero.

Obamas sólo los hay en las películas, o por defecto, como todo lo que parece más molón, en Estados Unidos. Líderes de los de antes, en período de extinción. Y los de ahora, avergonzantes. La corrupción está a la orden del día, las zancadillas entre 'colegas' también y con interminables listas es como la política se ha convertido en un absoluto despropósito. No sé muy bien donde está la solución, pero tengo bien claro que de los políticos que dominan actualmente la arena del circo (estos sí que son unos payasos...), no vendrá.

Seguiremos buscando...

martes, 27 de octubre de 2009

Tarantino firma una nueva obra maestra

No se puede decir que yo sea una gran fan del cine de Tarantino, pero no puedo despreciar lo que notablemente se erige como una de las mejores películas del año y porqué no decirlo, del cine contemporáneo. En Malditos Bastardos el siempre inteligente Quentin huye de los tópicos recurrentes en las películas sobre Nazis y es capaz de ensamblar una historia muy digna de sí mismo. Como es habitual en el resto de su filmografía, los derroches de sangre y violencia gratuita acompasan cada uno de los capítulos en los que el director ha decidido dividir la película, exactamente cinco. Sé que ya forma parte de su huella personal, de su manera de transmitir la brutalidad de sus personajes, pero a mí, sinceramente, tanto exceso me sobra. Y eso que disfruté como hacía bastante - por no decir mucho - tiempo que no lo hacía sentada en una butaca de cine, pero quizás me incomodara todo ese ensañamiento.

Una de las muchas virtudes de las que puede presumir Tarantino, y que en Malditos Bastardos queda patente, es su capacidad innata para conseguir que el espectador desconecte y se sumerja de lleno en la historia que se proyecta. Siendo que sus películas son bastante más largas de lo que el cine actual acostumbra, las casi tres horas en las que discurre la trama apenas cansan ni pasan factura. La sensación de que se está atrapado en lo que se narra es total de inicio a fin, del primer al último plano, eso sí, esperando a cada minuto una nueva sorpresa, un nuevo disparo, una nueva muerte.

Además de alabar el fantástico trabajo del bastardo Quentin, debo hacer lo propio con el reparto de la cinta, fabuloso sin lugar a dudas, y que está al nivel de tamaño realizador. En el cartel pueden llamar la atención los nombres de los más hollywoodienses y asiduos visitadores de alfombras rojas, Brad Pitt y Diane Kruger, cuyas interpretaciones no quedan atrás, pero debo decir que la revelación del largometraje, al menos para mí, es el austríaco Christoph Waltz. En sus manos está la mirada más terrorífica de la producción y durante los 160 minutos temí la aparición de Hans Landa, el 'Caza judíos', en pantalla. No me sorprende pues que recibiera el galardón al Mejor Actor en la pasada edición del Festival de Cine de Cannes, y no me extrañaría que le fueran otorgados otros premios ante tan exquisita actuación.

Por último destacar la inefable banda sonora que siempre acompaña a Tarantino y que no defrauda en absoluto. Quentin en pura esencia.

lunes, 26 de octubre de 2009

los zapatos del payaso

Parece que nadie se abre un blog con un título normal, nombre y apellidos, nombre y algún número; no, no, la tónica habitual es rizar el rizo y encontrar una cabecera más rebuscada. Sin ser excepción, he abierto este blog con un nombre algo particular, 'los zapatos del payaso'. Esta ha sido mi primera opción desde el principio, pues es una frase a la que tengo especial cariño, basada en la canción del grupo Despistaos, Los zapatos de un payaso, que he tenido que adaptar por la no disponibilidad de títulos.


Me gusta la canción, me gusta la frase que conforma, pero me gusta mucho también por lo que representan esos zapatos, grandotes, dantescos, bastante burlescos y que combinan el humor con un sabor melancólico. La figura del payaso me recuerda además a la del periodista; aquel que hace sátira, que encuentra los puntos débiles de la sociedad para hacer crítica y formar opiniones.


Ver la vida desde el punto de vista de un payaso, o más bien, desde sus zapatos, pisoteados, manchados, pero que siempre guarda un lugar para el ingenio y la alegría, es un ejercicio de reflexión bastante interesante.

No sé muy bien a qué voy a dedicar este blog, pero teniendo en cuenta esos zapatos del payaso, iré escribiendo lo que pienso, lo que siento, lo que ocurre más allá de estas palabras y que merezca consideración y una mención concreta.


Por ahora, es todo.